El rincón de las conversaciones

Sopela y sus parques del siglo XX

Enclavado en espacios naturales protegidos, el pueblo de Sopela  dejó de ser tal para convertirse en una pequeña urbe hace algo más de una década, con el auge del mercado inmobiliario. El pequeño municipio se convirtió en uno de los núcleos receptores  del “baby boom” de la década de los sesenta y setenta a causa de los altos precios de la vivienda en zonas como Getxo o Bilbao. Tanto es así que, según fuentes del Eustat, se refleja en azul el crecimiento en los últimos 10 años frente al mínimo movimiento demográfico del 2012. 

El aumento de la población de 0 a 16 años ha sido una de las consecuencias de este flujo migratorio a Sopela. Las instituciones públicas han tenido que acondicionar la oferta acomodando a las necesidades de las nuevas familias y de sus hijos recién llegados servicios como la ampliación de la escuela pública Zipiriñe en 2008 para albergar nuevos alumnos. No obstante, la renovación del parque infantil escolar no se acometió hasta 2013; fueron estas estructuras,  junto con las de la plaza Urgitxieta,  las “tocadas” por la varita del Ayuntamiento para proceder a modernizar los parques del pueblo. Pero el resto de los parques de Sopela  han estado durante décadas sufriendo el desgaste por el uso y las inclemencias del tiempo. ¿Resultado? Un mantenimiento puntual cuando hay una rotura o un aviso por parte de algún progenitor cuyo hij@ se ha accidentado; concretamente en el parque del Barco Pirata es frecuente ver precintos cuando alguno de los peldaños cede y provoca la caída de los más pequeños, hecho que se constata en denuncias a la Policía municipal. Los suelos de goma sufren constantes desprendimientos y roturas a causa de la humedad, lo que implica un pavimento irregular susceptible de producir nuevos accidentes.  El parque de Errekagane ha llegado a tener la cadena de un columpio suelto; únicamente se llevaron una estructura de un coche porque no tenía suelo en los bajos, que por cierto, ni se arregló ni sustituyó por otra. El parque de la Ballena continúa con atracciones antiguas que no parece que sean susceptibles de renovación aunque no tiene el problema de que haya superficie de goma suelta porque está instalado en la hierba. Y finalmente Artazatorre, donde la mítica estatua del guitarrista de ACDC resiste mejor el tiempo que sus anquilosados juegos infantiles, como muestra la imagen.

 

No se trata de una petición caprichosa sino necesaria. De la misma manera que se dotan de servicios públicos como el agua o la recogida de basuras a las barriadas de nueva construcción, los servicios que acompañan a los más pequeños tienen que estar a la altura de las circunstancias y el Ayuntamiento de Sopela no solo no invierte en ellos sino que no hay ninguna mención en su página web.

Queda patente la necesidad de aumentar y mejorar la calidad de los parques infantiles cuando el propio centro de salud dota de un servicio de Pediatría de tarde que alberga cerca de 500 pacientes, lejos aún de las profesionales de la mañana en cuyos cupos figuran 700 niños y niñas para cada una. Sopela es, pues, un lugar donde los regidores tienen que actualizar, y adquirir nuevo mobiliario infantil que modernice sus parques, de la misma manera que tienen que acometer reformas de ampliación del Instituto público Iberre si quieren que esa curva de natalidad que ya provocó la ampliación del colegio tenga cabida en sus instalaciones para no tener que acometer obras de última hora que, como siempre, sufren los más pequeños.

 

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